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innovación Social

innovación Social

En la mayoría de los capítulos anteriores hemos hablado de la necesidad de innovar como uno de los factores básicos para presentar un proyecto empresarial o artístico, pero la denominada innovación social responde a valores mucho más filantrópicos y no a la búsqueda del beneficio económico. Se centra más en la colaboración, la interacción y los cuidados que en el consumo. Aunque también es cierto que un buen proyecto de innovación social tendrá beneficios en el sentido pecuniario, ya que siempre funciona bien a la hora de hacer crecer la reputación y el prestigio. Dentro de esta noción, el emprendimiento cultural se presenta como un modo de actuar en el entorno y contribuir a propiciar cambios sociales, nuevos comportamientos por parte de la ciudadanía. A la hora de iniciar un proyecto de este tipo, se suelen considerar varios factores: si este va a suponer un aumento de costes y de precios, si la innovación que buscas puede resultar obsoleta a medio plazo y qué tipo de cambios sociales reales crees que puedes conseguir. Fundamental en este caso es contar con una buena comunicación, ya que, si la opinión pública no se entera de lo que estás haciendo, puede que no consigas esas transformaciones que persigues.

¿Todo comenzó con “We Are The World”?

Históricamente hay muchos ejemplos de proyectos musicales de innovación social. Dos de los pioneros más visibles fueron las campañas de USA For Africa (los autores del archiconocido single colectivo “We Are The World” en 1985) y el macroconcierto Live Aid, ambos destinados a paliar el hambre en el continente africano y cuya difusión en todas las televisiones del mundo lo convirtieron en un fenómeno global. Aunque probablemente no consiguiese su objetivo último (África sigue siendo un continente empobrecido), atrajo cierta conciencia sobre la opinión pública, si bien es cierto que las transformaciones fueron más bien musicales: impulsó las carreras de muchos de los participantes (Madonna, Queen, U2) e inauguró la moda de los conciertos y singles benéficos. Estos crecieron por doquier en la segunda mitad de los años 80 y la primera de los 90, ya fuesen giras como “¡Derechos humanos, ya!” a beneficio de Amnistía Internacional, con Bruce Springsteen, Sting y Peter Gabriel, o, muchos recordaréis en España, la canción colectiva “Todos contra el fuego” para alarmar sobre la problemática de los incendios forestales. La práctica, no obstante, también fue puesta en entredicho (y muy ridiculizada) por ciertos sectores musicales, que incidían en la supuesta hipocresía de iniciativas que la aristocracia del rock utilizaba en su beneficio promocional. Este es uno de los caballos de batalla básicos de la innovación social: tu proyecto no solo tiene que ser útil, sino que tiene que ser también creíble. Si el público detecta o percibe que el artista está haciendo eso para salir en la foto, de un modo no completamente honesto, acabará perjudicando al proyecto.

Una crítica que se le hizo a los proyectos citados responde a las siempre controvertidas relaciones entre los centros del poder económico-cultural y la periferia o, yendo al lenguaje colonialista, la metrópoli y las colonias. Se achacó a Live Aid, por ejemplo, que no diese voz a los artistas africanos. Por eso se suele incidir en que se actúe directamente sobre el capital cultural de esas comunidades. Según escribe la experta Bianca Suárez-Puerta en “Semiótica de la innovación social”, “para los países en desarrollo, la exportación de sus bienes y servicios culturales constituye una excelente forma de generar empleo y divisas. Fortaleciendo la identidad al enriquecerse en el enfrentamiento con otras culturas, es en el intercambio y la evidencia de la diversidad, donde la innovación social alcanza su verdadero significado”. Con esta mentalidad surgieron iniciativas como la creación del sello Real World y el festival WOMAD por parte de Peter Gabriel, Luaka Bop de David Byrne y la organización Africa Express, apadrinada por Damon Albarn. Todas ellas, destinadas a dar a conocer a músicos de países periféricos dentro del mundo occidental, con rostros visibles al frente que garanticen una mayor visibilidad.

Otros ejemplos de innovación social serían, por ejemplo, aquellos eventos que buscan la sostenibilidad medioambiental o que intervienen en el tejido cultural de su ciudad colaborando con asociaciones de base, radios libres y otros agentes dinamizadores (es el caso del festival coruñés Noroeste, que cedía uno de sus escenarios a los finalistas en el concurso de maquetas organizado por la emisora universitaria CUAC FM). Ejemplo de innovación social también ejercido por el Noroeste en algunas de sus últimas ediciones fue el establecimiento de un cartel paritario para fomentar la igualdad de género. También podemos acordarnos del ideal de reconquistar otros espacios simbólicamente. Es el caso de artistas como Rosendo, Johnny Cash, Rocío Márquez o El Columpio Asesino, que han tocado en directo en centros penitenciarios, o de Carmen París, que lo ha hecho en residencias geriátricas para personas afectadas de Alzheimer.

Más ejemplos: el grupo galés Manic Street Preachers ofreciendo un concierto para los empleados de la sanidad pública en plena pandemia de la Covid-19, la cantante Rozalén llevando una intérprete de lengua de signos en sus conciertos, el proyecto Motxila 21 (un grupo formado en Navarra por chicos y chicas con síndrome de Down, con el que han tocado El Drogas y Kutxi Romero), el proyecto “Queremos entrar” y los conciertos matinales organizados para que pudieran acceder menores de edad (cuyo acceso sigue vetado en muchas salas de muchas ciudades), Bon Jovi bajando su caché en España en plena crisis de 2008 para que los precios de las entradas no fuesen demasiado elevados, The Stone Roses ofreciendo la única entrevista de su entonces esperadísimo segundo álbum a la revista The Big Issue (que venden en la calle los homeless británicos), The Jam programando sus conciertos para que terminasen siempre antes de las 11 de la noche y que así los asistentes pudieran volver a casa en transporte público…

En la actualidad, hay muchos proyectos de este tipo relacionados con la música en España. Uno de ellos es Música en Vena (https://musicaenvena.org/), una asociación que lleva música en directo a centros hospitalarios de diferentes ciudades, utilizando instrumentos que han sido elaborados a partir de materiales reciclados por personas en riesgo de exclusión social. Entre los participantes destacan Sílvia Pérez Cruz, Jorge Drexler, José Mercé y Tomatito, La Mari (Chambao), Los Secretos, Jorge Pardo y Judit Nedderman. La fundación Acción por la Música (https://www.accionporlamusica.es/) se dedica a propiciar el aprendizaje de la música clásica de modo accesible y gratuito a colectivos desfavorecidos para fomentar el desarrollo humano. Leaozinho (http://leaozinho.net) es una iniciativa del periodista Ángel Carmona (director y presentador del programa “Hoy empieza todo”, de Radio 3) para que diferentes maestros locales ofrezcan clases de música a niños de una favela de Río de Janeiro. Posteriormente han extendido sus actividades a Senegal, el Sáhara y Sevilla, donde van a implantar una escuela similar en el barrio de las Tres Mil Viviendas, una de las zonas más depauperadas de España. Precisamente allí funciona desde hace unos pocos años la Factoría Cultural (https://www.facebook.com/FactoriaCulturalPoligonoSur/), que se intenta integrar en el barrio con exposiciones, talleres y cursos como el de composición de música digital, impartido por los músicos urbanos Hazhe y Negro Jari. Hace poco, coincidiendo con el Día Internacional del Pueblo Gitano, el cantaor Israel Fernández actuó en su auditorio para posibilitar que los vecinos del polígono pudieran ver un concierto de esa envergadura, cosa que suele estar muy por encima de sus posibilidades (https://www.rockdelux.com/en/musica/el-dia-que-israel-fernandez-busco-la-inocencia-en-las-tres-mil-viviendas). En Canarias destaca Barrios Orquestados (https://www.barriosorquestados.org/), dedicado al fomento de la música clásica en barrios desfavorecidos, y que ha recibido premios internacionales al mejor proyecto de innovación social. Y, a nivel internacional, tiene gran prestigio el Ensemble Resonanz de Hamburgo (https://www.ensembleresonanz.com/), agrupación de música clásica contemporánea que también aporta innovaciones a nivel escénico (incorporan a un DJ, dramatizaciones, performances y “flashmobs”, diálogos con el público y asistencias a ensayos, además de conciertos didácticos para niños de diferentes rangos de edades o visitas musicales a centros de enfermos mentales).

Además de todo esto, existe un Festival Internacional de Innovación Social (el fiiS https://fiis.org/), que ya ha pasado por 19 ciudades del mundo y tiene como principal misión la búsqueda del desarrollo sostenible global . En 2019 se celebró en Málaga, y contó con las actuaciones de Dry Martina, Brisa Fenoy, y María Pélae, entre otras. Además de conciertos, incluyó charlas para dar a conocer otros proyectos de innovación en un equivalente de lo que eran las antiguas ferias de muestras pero dedicado a este tipo de iniciativas que, todo lo indica, van a seguir creciendo en los próximos años.

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